Dejando el Ruido para Encontrar Nuestra Melodía:
El sonido constante de la ciudad era la banda sonora de nuestras vidas. Bocinazos, el murmullo incesante de la gente, las sirenas a lo lejos… Merlo, con su ritmo vertiginoso y su mar de gente, fue nuestro hogar durante años. Y aunque le guardamos un cariño inmenso, en el fondo de nuestros corazones crecía un anhelo, una melodía diferente que pugnaba por ser escuchada. Soñábamos con despertares más serenos, con un horizonte que no estuviera delineado por edificaciones y con un tiempo que se midiera en atardeceres y no en la urgencia del reloj ( aunque eso sigue siendo un sueño jaja)
Ese anhelo nos trajo aquí, a Juan José Almeyra, un pequeño pueblo de apenas 200 almas en el partido de Navarro. Un lugar donde el silencio no es ausencia de ruido, sino la presencia de otros sonidos: el canto de los pájaros al amanecer, el viento susurrando entre los árboles y el eco de nuestras propias risas, más claras y fuertes que nunca. Dejar atrás la vida en Merlo fue una de las decisiones más trascendentales que hemos tomado como familia, un salto a lo desconocido que hoy, con la perspectiva que da el tiempo, sentimos como un verdadero regreso a casa.

El Vértigo y la Despedida
La idea de mudarnos al campo no nació de un día para el otro. Fue una semilla que regamos con conversaciones nocturnas, con escapadas de fin de semana que nos sabían a poco y con la creciente necesidad de ofrecerle a nuestro hijo una infancia con más tierra y menos asfalto. La decisión final, sin embargo, no estuvo exenta de miedos. ¿Nos adaptaríamos a un ritmo tan distinto? ¿Encontraríamos nuestro lugar en una comunidad tan pequeña? ¿Y qué pasaría con nuestro trabajo?
Cuando nació «Alma de Almeyra», nuestro emprendimiento de mermeladas caseras, fue por necesidad ( en otra ocasión contaré esa historia) no fue un plan de negocios, fue nuestro salvavidas, la materialización de nuestros sueños y la excusa perfecta para dar el gran paso. Cocinar siempre fue nuestra pasión, y la idea de transformar las frutas de la zona en delicias para compartir se convirtió en el motor que nos impulsó a dejar atrás la seguridad de lo conocido.
Los Primeros Días: Un Nuevo Compás
Los primeros tiempos en Almeyra fueron un aprendizaje constante. Acostumbrados a la inmediatez de la ciudad, aquí descubrimos el valor de la paciencia. Aprendimos que no todo está al alcance de la mano, que las compras se planifican y que la conexión a internet, a veces, nos invita a desconectar para conectar con lo que realmente importa.
Pasamos de tener vecinos a los que apenas conocíamos de vista a ser parte de una comunidad donde todos se saludan por su nombre, donde el olor a madera quemada es el aroma del invierno y donde la ayuda llega sin que la pidas.
Donde la siesta es sagrada y todavía la inseguridad no encontró el camino hacia acá. Así es Almeyra un pueblo más de muchos de esos desparramados por la provincia pero que entró en nuestro corazón y se convirtió en nuestro hogar

Alma de Almeyra: El Sabor de Nuestro Nuevo Hogar
Nuestro emprendimiento se convirtió en el corazón de nuestra nueva vida. Cada frasco de mermelada de «Alma de Almeyra» no solo lleva fruta fresca y azúcar, sino también el aroma de nuestro hogar, la tranquilidad de nuestras mañanas y la alegría de trabajar en familia. Gracias al boca a boca, nuestros sabores viajan a lugares que nunca imaginamos.
«Alma de Almeyra» es más que nuestro sustento; es nuestra forma de contar nuestra historia, de compartir la dulzura de este cambio de vida. Es la prueba de que se puede empezar de nuevo, de que los sueños, por más locos que parezcan, pueden florecer si se los riega con amor, trabajo y una buena dosis de valentía.
Un Mensaje para los Soñadores Urbanos
Si estás leyendo esto desde la vorágine de la ciudad, con el mismo anhelo que una vez sentimos nosotros, queremos decirte que ese sueño es posible. No te diremos que es un camino fácil, pero te aseguramos que cada desafío vale la pena. El cambio de la ciudad al campo es más que una mudanza geográfica; es una transformación interior, una oportunidad para redescubrir lo esencial y para construir una vida con un propósito más claro y un ritmo más humano.
Hoy, cuando el sol se esconde detrás de los campos y el cielo se tiñe de naranjas y violetas, nos sentamos en nuestro patio, con el aroma a mermelada recién hecha flotando en el aire, y sabemos que hemos encontrado nuestra melodía. Una melodía que suena a hogar, a comunidad y a la dulce libertad de haber elegido el camino del corazón. Y esa, créannos, es la música más hermosa que se puede escuchar.